Asomarme a la ardiente boca ígnea de un volcán que despierta en el incendio, y saber que soy fuego y quemadura, que la lava soy yo, descascarando; desnudada, sentirme leña al rojo, derramado mineral, embistiendo la ladera, burbujeante y hervida.
Merecerme, de veras merecerme; en cuclillas orar, sin darme cuenta, porque quiera la entraña de mi madre, exhalarme a la luz, y ser pequeña, respirar, prometer, ser la esperanza para alguien, sin nada más que el hilo, que amenaza romper de una esperanza.
Matilde Alba Swann
martes, 28 de octubre de 2008
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