lunes, 17 de noviembre de 2008
in-finito
Fatalmente, nos complementamos desde un principio. Éramos blanco con negro, azúcar con sal…unidos en un perfecto equilibrio. Sin más vueltas, era perfectamente imperfecto. Hubo momentos de risa, de ira, de llantos, que sólo nos hicieron más fuertes…hasta que ya no.Estábamos juntos en esto. Los recuerdos, desde el principio hasta el fin próximo. El pasado compartido...todo era. Un veneno, eso era. Como una sustancia oscura que nos recorría... carcomiéndonos las entrañas hasta el alma en una lenta agonía. Los dos lo vimos morir. Despacio. Parados ahí, inmovilizados por el dolor que nos atravesaba cada uno de nuestros nervios ver esa perfección quebrándose hasta caer en pedazos. Poco a poco se consumía, desvaneciéndose en el tiempo entre lágrimas secas. Nos mirábamos y contemplábamos la distancia que rápidamente se incrementaba entre nosotros hasta no vernos más. Luego del agónico momento y su posterior final de nuestro “todo”, la respiración paralizada por la inevitable pérdida, lentos latidos del corazón bombeaban en nuestras venas la sangre espesa del Adiós. La soledad invadió nuestros cuerpos inyectándose en cada parte de nosotros como aire en los pulmones. Pasaron horas, días e inclusive años desde esa ineludible partida que todavía quemaba en mí. En ese instante desapareció para siempre mucho de lo que yo era, tal vez en un ataque de auto-destrucción o simplemente era aquello que los dos formábamos. Matando toda esperanza alguna de revivir, me encerré en mi propia tumba. Llena de imágenes, palabras, promesas nunca cumplidas. El mismo veneno que antes me sacudía llegó a calarme los huesos cada vez que lo volvía a ver. Acá, allá, en todos lados un indicio de él se me cruzaba...
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