-"Son todos iguales." (cliché en espera de un refutamiento proseguido por un mediocre-premeditado momento cursi, entre boom de romanticismo y besos)
- Sí, somos todos iguales...
y el pasto se quedó en tu remera y -como siempre- en mi pelo.
y yo, que todavía no te quiero creer.
(dejá de comer vidrio, nena)
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