Tu regalo, tu agenda, ha quedado grabada
dentro de mi cerebro con eterno recuerdo
que llegará más lejos que estas ociosas líneas,
más allá de las fechas, hasta la eternidad.
O al menos mientras puedan cerebro y corazón
subsistir por designio de la naturaleza;
hasta que cedan ambos al olvido su parte
de ti; tu huella nunca se borrará de mí.
Tan pobre memorándum no retendría tanto
ni yo preciso marcas para guardar tu amor;
por eso me he atrevido a desprenderme de ella,
confiando en esta agenda, la que mejor te acoge:
guardar un accesorio para así recordarte
sería admitir que cabe en mí el olvido.
William Shakespeare
lunes, 9 de marzo de 2009
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