"Y más tarde, después del café y los postres, se quedaron ambos mirándose.
-Tengo que decírtelo otra vez, Andrea. Me siento feliz a tu lado. ¿Te ocurre a ti?
¿Que sabía de él? Apenas nada. Pero no tuvo reparos en decirle con sinceridad, aquella sinceridad suya, algo o mucho conmovedora:
-Sí, Alan.
Por encima de la mesa, Alan extendió su mano y apresó sus dedos. Los oprimió con cálida ternura.
-Gracias.
-¿Gracias?
-¡Por tu sinceridad! O si mientes, por tu mentira. Uno anda por ahí desorientado. Muchas veces anda desorientado, y de repente encuentra algo que desde un principio le parece trascendental, y se siente feliz. Eso me ocurre a mí –apretó más la delicada mano femenina-. Saldremos otro día. ¿Mañana? ¿Pasado? ¿Todos?
Es mucho pedir. Pero... ¿no lo estaba deseando ella? Cada momento que transcurría, más le parecía haberlo conocido de siempre. Además, tenían afinidad, ideologías parecidas."
"Estaba a gusto así. Iba a su lado. Lo había conocido el día anterior, y sin embargo, le daba la sensación, la sentía viva y palpitante, de que nunca dejó de conocerlo. De que asistió a todos los aniversarios de su cumpleaños. Y de que ya de niños, ambos, andaban de la mano. De que él le cortaba flores por los riscos en las afueras de Boston y de que asistió al baile de graduación, con él.
Y que la sacó a bailar la primera vez. Es decir, de que su primer baile lo bailó con Alan.
Sí, ya sabía que era una estupidez.
Pero... era feliz, y resultaba inefable pensar que era así, que ella y Alan toda la vida estuvieron de la mano. "
"Mi mujer eres tú", Corin Tellado
miércoles, 25 de marzo de 2009
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