Sin embargo, no encontró puerta suficientemente cómoda para despilfarrar sus enredos... aunque la Coca-Cola ya no zero pareció suficientemente buena compañía en esas instancias con aires de superada.
Mientras ella mezclaba sus orgullosas lágrimas con agua de lluvia y rimmel, él había olvidado por completo el llamado, el mensaje, la paloma mensajera y las señales de humo: se entretenía vagamente con el aire prendido, televisión o alguna esporádica salida bajo algún cielo estrellado sin siquiera sospechar la apocalíptica madeja que ella tejía minuciosamente en su mente analizando cada palabra que salió de sus bocas y todas sus posibles interpretaciones.
Y pensaba...carajo! que sí pensaba, pobre... cada dos por tres se le llenaba la cabeza de pensamientos, razones, imágenes, sabores y perfumes; mientras en la boca se le anudaba la lengua de todas las frases que jamás le dijo. Por un momento sintió su cuerpo reversible: todo su interior estaba prácticamente al desnudo, era transparente. Se había vuelto parte de la lluvia, que caprichosa caía copiosamente impactándose en el suelo y en su cara.
Estaba empapada y era lo que menos importaba, nadie podía verla en el aguacero.
-Él no quiere verme, no va a volver a verme.
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