miércoles, 1 de abril de 2009

axis

Desciendo, desciendo al cuerpo y veo la lombriz de mi espíritu alojada en mi vientre.
Subo, subo en espiral hacia el motor del mundo; huyendo, huyendo del mareo, del mal de ser sola, tan sola entre las vísceras, subo al latido; me alojo en su arritmia y descubro mi rostro de lombriz adherida a las válvulas y asciendo; sigo ascendiendo en busca de una razón que diera sentido a mi existencia; me deslizo en la tráquea, bloqueo las palabras, asciendo, resbalo.
Hay un agua viscosa tras los ojos, resbalo y se me pegan imágenes de un mundo apenas insinuado, asciendo, y al llegar a la cúpula descubro que sus paredes lisas, transparentes, vacías, tienen la textura carnosa de mi vientre.
He bajado al espíritu, he subido al instinto. La misma lombriz tensa el eje que mantiene erguida mi cintura. El nombre que le ponga ahora será el tuyo, pero su nombre es el de aquellos que he amado, de aquellos que amaré, es todos y ninguno; el eje que mantiene erguida mi cintura me previene de ti, te crea a mi medida y asume el reto de ser muchos, de ser tantos que da la impresión que no cabrá mi espíritu adentro de este cuerpo, que no cabrá este cuerpo adentro de mi espíritu; por eso muero un poco cada vez que te nombro y sin nombrarte apenas alcanzo a definirme.
Mi vientre es quien pronuncia las sílabas secretas que se inscriben arriba en la cúpula. Mi existencia es señal de un fuego que arde eternamente en sí mismo.

(Axis Mundi, Chantal Maillard)

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